Ir a la playa
puede ser un deleite o una odisea. Puede ser una odisea si vas buscando unas
horas tranquilas, en las que poder pasear por la orilla del mar, leer un buen
libro o tomarte una cerveza helada, todo ello enmarcado en una postal idílica
en la que casi no hay gente y la poca que hay es guapa, despreocupada y te sonríe
sin conocerte. Si en lugar de todo ello, llegas a un sitio atiborrado, lleno de
ruido, con madres gritonas, padres macarras, suegras gordas y colas infinitas
en el chiringuito más cercano donde la cerveza está tibia y las gambas pasadas,
puede ser uno de los peores días de tu vida.
Pero de vez en
cuando un día de playa tiene magia. Esos días, llegas pensando que va a estar
atiborrada porque el sol así lo anuncia y de repente es un día tranquilo en el
que la gente molesta ha decidido no ir a la playa, tiras la toalla, te das un
baño y la temperatura del mar es perfecta, sacas un buen
libro te pones a leer mientras llegan tus amigos, hasta te ríes cuando dos
hermanos de menos de diez años te dan con el balón sin querer y se lo devuelves
con una gran sonrisa deseando volver a tener su edad.
Pasan las horas y
todo sigue bien, nadie molesta, hay espacio para todo el mundo. Te suena el teléfono
y te llama tu mejor amigo que está en el chiringuito con su nuevo ligue y su mejor
amiga. No tienes ganas de ir porque estás encantado leyendo y no quieres interactuar con nadie pero no te puedes resistir porque están viendo desde el chiringuito y tu amigo es muy pesado. En ese momento te das cuenta que todo se va a
ir a la mierda y que era demasiado bonito para ser verdad. Tu amigo y su nuevo
ligue te van presentar a una petarda, antipática, corta, maleducada y seguramente
bastante fea, porque solo las antipáticas, cortas, maleducadas y bastante feas,
son tan antipáticas y tan cortas para querer ir a la playa con su mejor amiga y
su nuevo ligue.
Llegas al
chiringuito con ganas de pedir un botellín de agua hacer el paripé cinco
minutos y podértelo llevar de vuelta a la toalla donde estas placenteramente
leyendo un gran libro, y como en la canción de Luis Miguel ¨de pronto Flash la
chica del bikini azul¨, la amiga de del ligue de tu amigo luce un bikini azul, es educada, simpática,
divertida y además guapísima. En ese momento te da igual el libro que has
dejado atrás, sabes que, aunque estés en un sueño no puedes desaprovechas un
día tan espléndido, hace calor, la temperatura del mar es perfecta, hay poca
gente en tu playa favorita y te han presentado a una chica maravillosa.
Tu amigo y su
chica se encuentran con unos amigos de los padres de ella y te quedas a solas
hablando con la chica del bikini azul. Dejas
a un lado la botella de agua y pides una caña. El camarero del chiringuito
tarda un par de minutos en servirla, es la caña perfecta, vaso de copa y dos
dedos de espuma. La chica del bikini azul te la pasa, le das un trago enorme y
para gran disgusto no está tan fría como un día así amerita. Está incluso
tibia. En cualquier otro momento este gran fallo habría estropeado el día, pero
esa cerveza te encanta porque te la estás tomando con la chica del bikini azul.
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