lunes, 20 de agosto de 2018

La chica del bikini azul

 Ir a la playa puede ser un deleite o una odisea. Puede ser una odisea si vas buscando unas horas tranquilas, en las que poder pasear por la orilla del mar, leer un buen libro o tomarte una cerveza helada, todo ello enmarcado en una postal idílica en la que casi no hay gente y la poca que hay es guapa, despreocupada y te sonríe sin conocerte. Si en lugar de todo ello, llegas a un sitio atiborrado, lleno de ruido, con madres gritonas, padres macarras, suegras gordas y colas infinitas en el chiringuito más cercano donde la cerveza está tibia y las gambas pasadas, puede ser uno de los peores días de tu vida.

Pero de vez en cuando un día de playa tiene magia. Esos días, llegas pensando que va a estar atiborrada porque el sol así lo anuncia y de repente es un día tranquilo en el que la gente molesta ha decidido no ir a la playa, tiras la toalla, te das un baño y la  temperatura del mar es perfecta, sacas un buen libro te pones a leer mientras llegan tus amigos, hasta te ríes cuando dos hermanos de menos de diez años te dan con el balón sin querer y se lo devuelves con una gran sonrisa deseando volver a tener su edad.

Pasan las horas y todo sigue bien, nadie molesta, hay espacio para todo el mundo. Te suena el teléfono y te llama tu mejor amigo que está en el chiringuito con su nuevo ligue y su mejor amiga. No tienes ganas de ir porque estás encantado leyendo y no quieres interactuar con nadie pero no te puedes resistir porque están viendo desde el chiringuito y tu amigo es muy pesado.  En ese momento  te das cuenta que todo se  va a ir a la mierda y que era demasiado bonito para ser verdad. Tu amigo y su nuevo ligue te van presentar a una petarda, antipática, corta, maleducada y seguramente bastante fea, porque solo las antipáticas, cortas, maleducadas y bastante feas, son tan antipáticas y tan cortas para querer ir a la playa con su mejor amiga y su nuevo ligue.

Llegas al chiringuito con ganas de pedir un botellín de agua hacer el paripé cinco minutos y podértelo llevar de vuelta a la toalla donde estas placenteramente leyendo un gran libro, y como en la canción de Luis Miguel ¨de pronto Flash la chica del bikini azul¨, la amiga de del ligue de tu amigo luce un bikini azul,  es educada, simpática, divertida y además guapísima. En ese momento te da igual el libro que has dejado atrás, sabes que, aunque estés en un sueño no puedes desaprovechas un día tan espléndido, hace calor, la temperatura del mar es perfecta, hay poca gente en tu playa favorita y te han presentado a una chica maravillosa.


Tu amigo y su chica se encuentran con unos amigos de los padres de ella y te quedas a solas hablando con la chica del bikini azul.  Dejas a un lado la botella de agua y pides una caña. El camarero del chiringuito tarda un par de minutos en servirla, es la caña perfecta, vaso de copa y dos dedos de espuma. La chica del bikini azul te la pasa, le das un trago enorme y para gran disgusto no está tan fría como un día así amerita. Está incluso tibia. En cualquier otro momento este gran fallo habría estropeado el día, pero esa cerveza te encanta porque te la estás tomando con la chica del bikini azul.


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